JESSICA
Me habían avisado unas horas antes que el tren especial que transportaba a la peligrosa criminal -y hasta hace poco fugitiva- pasaría por la estación a las 12:47 de la noche. Me pidieron que por motivos de seguridad prohibiese a cualquiera bajar al andén 8. También me advirtieron que bajo ninguna circunstancia mirase hacia el interior del tren.
A las 12:47 el tren atravesaba lentamente la estación y yo, por razones que aún no entiendo, había bajado a la plataforma 8. Inexplicablemente, mi mirada buscó nerviosa el segundo vagón.
Aún recuerdo el momento en el que mis ojos se encontraron con los suyos a través del vidrio blindado... Su mirada era la de un animal salvaje en una jaula; intensa, curiosa, inexpresiva. Sentí que un escalofrío me paralizaba y que un fuego helado me consumía por dentro.
A partir de ese momento empezaron todos mis problemas. Ya no dormía bien por las noches. Perdi el apetito, sufría alucinaciones, me faltaba el aire al hablar. Durante mucho tiempo, incluso en mis sueños, sentía esa mirada. Y eso fue sólo el comienzo.